Opinión
Fumar pasta base en directo
Por Israel Merino
Reportero y columnista en Cultura, Política, Nacional y Opinión.
-Actualizado a
Estoy seguro de que os acordáis de ellos: hablo de Silvia Charro y Simón Pérez, dos tipos de mediana edad que hace ya siete años, en 2017, se presentaron en una entrevista de Periodista Digital completamente borrachos, drogados o ambas para dar consejos sobre hipotecas a tipo fijo. El vídeo comenzó a viralizarse a la velocidad de la pólvora enquistada y no tardó en alcanzar los varios millones de visualizaciones en todas las redes sociales; también casi inmediatamente, Charro y Pérez fueron despedidos de sus empleos como consultores inmobiliarios y se resbalaron por la pendiente de la humillación pública hacia una caída libre de entrevistas ignominiosas, canales de YouTube depravados y programas sin escrúpulos que decidieron explotar que dos tipos “exitosos” se habían arruinado la vida por ir de empalme desde una comida de Navidad —o eso contaron— a la redacción de un medio despreciable que decidió emitir la entrevista pese a que se notaba desde el primer segundo que iban colocadísimos.
El caso es que Charro y Pérez estuvieron un tiempo desaparecidos, o al menos lejos de mi gatekeeper personalísimo, hasta que hace un par de días me volví a topar con ellos en un clip que me apareció en Instagram. En él, se veía a un Simón Pérez destrozado —prefiero no adjetivar más de la cuenta la descripción—, jugando a la ruleta de una casa de apuestas digital y haciendo pausas cada no muchos minutos para fumar en una pipa casera lo que parecía ser pasta base o basuco, una droga jodidísima, muy similar en sus efectos a la heroína, que sale de los desechos químicos que se forman en las cubetas al producir cocaína. Pese a la dantesca escena, no pude contenerme e investigué el origen del clip, topándome con un canal de Twitch —prefiero no poner el nombre— donde Simón Pérez se dedica, efectivamente, a fumar basuco en directo mientras un grupo de malnacidos le hacen donaciones para que compre más y más droga: es de las bajadas a los infiernos más bestias que he visto en mucho tiempo; el puñetero abismo al que te asomas al verlo te devuelve la mirada y te guiña un ojito.
Lo grave de todo esto no es que una persona enferma —adicta— haga lo que sea para conseguir una papela más con la que saciar al mono, sino que unos inhumanos y miserables, probablemente desde el calor de las casitas de sus padres, se dediquen a pasarle dinero a cambio de que, describo literalmente algunas de las cosas que he visto, tire electrodomésticos por el balcón, humille a Silvia Charro o salga desnudo a la calle a fingir que es un bebé gigante. Pero lo peor de todo, lo vomitivamente peor, es que desde canales de YouTube grandes y mainstreams, como Zonagemelos, uno de los más populares en España ahora mismo, los lleven a sus vídeos siempre y cuando Simón Pérez consuma basuco un rato antes para que así dé juego durante la grabación —hay varios clips donde se ve a los titulares del canal comprándole el papel de plata necesario para meterse—. Es inhumano, vomitivo, asqueroso, miserable; no tengo palabras porque creo que no las hay; es la Ventana de Overton convertida en un sumidero de heces.
No comprendo en qué momento nos hemos vuelto unos putos salvajes a los que nos hace gracia la destrucción patrocinada y en directo de una persona, como tampoco entiendo que sigamos presenciando en cínico HQ un genocidio contra nuestros hermanos palestinos mientras algunos apoyan a los asesinos, o que en pleno Domingo de Ramos, tras ver en nuestras teles a más de treinta seres humanos eviscerados por un bombardeo ruso contra civiles, haya quien hable de desnazificaciones y demás mierdas decimonónicas extraídas del manual de lugares comunes de un niñato tankie que todavía no tiene edad legal para comprar cigarrillos.
No entiendo qué nos ha pasado. No nos queda sangre en las venas, solo miseria.
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